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EL PROBLEMA DE LA OBJETIVIDAD EN LA NOTICIA



Por Byron Hernández 

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española dice que, “Objetividad es la cualidad de Objetivo” y Objetivo a su vez es “perteneciente o relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de pensar o de sentir”, también Objetivo según esta obra es (desde el punto de vista filosófico) “Que existe realmente, fuera del sujeto que lo conoce”[1].
Habitualmente se entiende por objetividad que todo aquello que se denomina objeto descansa en su existencia y su independencia respecto del sujeto que lo pretende conocer.

Según el objetivismo, el objeto es el decisivo entre los dos miembros de la relación cognoscitiva. El objeto determina al sujeto. Éste ha de regirse por aquél. El sujeto toma sobre sí en cierto modo las propiedades del objeto, las reproduce. Esto supone que el objeto hace frente como algo acabado, algo definido de suyo, a la conciencia cognoscente. Justamente en esto reside la idea central del objetivismo. Según él, los objetos son algo dado, algo que presenta una estructura totalmente definida, estructura que es reconstruida, digámoselo así, por la conciencia cognoscente[2].

La objetividad no es sinónimo de verdad y tampoco es sinónimo de fidelidad al objeto (“fiel a la realidad”), más bien, tiene una acepción de confiabilidad en la producción de sentidos, representaciones y de conocimientos.
            
La objetividad, desde la época de Emanuel Kant, es también definida como algo válido para todos los seres humanos de todos los tiempos y lugares, es decir, tiene trascendencia universal, independientemente de su religión, cultura, pensamiento, época o sitio. Según estas palabras la objetividad se opone al relativismo, que considera que lo real, lo  verdadero y lo objetual son válidos para unos pocos.

Esta concepción en la década de los 60 del siglo XX entra en crisis a favor de la intersubjetividad. Es decir, epistemológica y metodológicamente la ciencia, particularmente las ciencias sociales, lleva a cabo una reflexión y crítica de los enfoques de la objetividad (la de una ciencia pura inexistente que no se contagie con el científico), y de la necesidad de superar la contradicción (o al menos en apariencia) entre sujeto social y ciencia, a través de la intersubjetividad,  ya que la tarea científica también es un producto social y que no está fuera de la cultura.

Éticamente, la objetividad ha estado relacionada a presupuestos positivistas, tales como las fórmulas de “neutralidad, imparcialidad e impersonalidad”. Y al igual que en epistemología el concepto de objetividad se opone al de subjetividad, en el que se excluyen mutuamente. Así mismo, por motivos teóricos y prácticos, esta teoría fue cuestionada a partir de los años 60 del siglo XX.

La discusión en el periodismo o en el quehacer periodístico sobre la relación entre objeto y sujeto está vigente. Medios de comunicación escudados en los preceptos del pluralismo, de imparcialidad, de neutralidad, etc., presentan las noticias como sí éstas existieran per se, olvidando su cadena de producción.

El periodismo como práctica e instrumento de la modernidad, es decir, como un saber necesario a una época, se apoya en diferentes jerarquizaciones que determinan qué es noticia y qué no. De esa forma, se establecen los criterios para la construcción de lo cotidiano y se logra moldear una para-realidad, o una ilusión de lo real, que a medida que se toma como única y cierta empieza a percibirse ya no como algo creado sino como lo previo, lo existente en sí mismo. Se genera así una situación en la que el periodismo alienta una inequidad cognitiva al privilegiar una percepción por sobre otra.
Quizá la noción clave para dar cuenta de este malentendido es la de objetividad, término que suele constituirse en el valor único del discurso de los medios. Habría que buscar la raíz de este proceso en uno de los conceptos que desarrolla el sociólogo Marshall Berman a partir de ideas esbozadas por Carlos Marx y que explican la necesidad de generar una sensación de certeza en un mundo en el que “todo lo que es sólido se desvanece en el aire”. En ese sentido, el periodismo, en su formato clásico, evita la idea de que lo concreto se esfuma ya que enfatiza sobre la pre-existencia de una realidad.
Desde otro lugar, pero con un sentido similar, el filósofo Jürgen Habermas señala que ‘las imágenes del mundo cumplen la función de conformar y asegurar la identidad proveyendo a los individuos de un núcleo de conceptos y suposiciones básicas que no pueden revisarse sin afectar la identidad tanto de los individuos como de los grupos sociales[3].

Pero a pesar de todas las críticas que se ha hecho al concepto de objetividad, éste sigue siendo el puntal sobre el que se sostiene el modelo liberal –burgués de hacer periodismo.

Como observa CAREY (1980, pág. 26), ‘el reportaje objetivo se convirtió en el fetiche del periodismo americano en el período de la rápida industrialización’. Pero en los años sesenta, ya se empezó a criticar el concepto de objetividad basándose fundamentalmente en la manipulación de la información y en los condicionamientos diversos que la misma sufría. Este tipo de crítica ha durado hasta nuestros días. Básicamente se parte del principio de la objetividad como un bien alcanzable, un desideratum, pero de difícil acceso por una serie de causas[4].

El concepto de objetividad, tampoco es un valor universal, es decir, no solo ha sido distinto a lo largo del tiempo si no que varía de acuerdo a cada lugar. Es decir, la objetividad es un concepto social distinto según sean las culturas donde se las estudie.

“La tradición periodística de cada país parece poseer su propia versión de una imparcialidad que sostiene el ámbito de la expresión de las noticias y de la expresividad de sus reportajes”[5].

Pero la objetividad si bien puede tener matices diferentes en cada lugar o tiempo, puede ser una especie de escudo universal en la que los periodistas se protegen de las críticas y los errores hacia su trabajo.

Para Tuchman citado Miquel Rodrigo Alsina “no hay una clara relación entre los fines perseguidos (objetividad) y los medio empleados (el procedimiento periodístico)”[6]. El cual se puede reproducir el siguiente esquema.

a) invitan a una recepción selectiva,
b) refuerzan erróneamente la convicción de que los «hechos hablan por sí     mismos»,
c) estos procedimientos están desacreditados y son un modo de introducir la opinión del periodista,
d) dependen de la línea política de una particular organización periodística,
e) despistan a los lectores haciéndoles creer que el «análisis de la noticia» es importante y definitorio[7].

Casi aceptado como ley universal, se parte de la idea de que la realidad existe por fuera de manera autónoma de quien la percibe. Pero la prensa no siempre recoge fidedignamente, o casi, como un espejo la realidad. Además existe una clara distinción conceptual entre objetividad y neutralidad. La objetividad es deseable, la neutralidad ni siquiera es posible.

Esta concepción liberal burguesa de la objetividad, por lo general, describe los hechos desconectados de las relaciones entre las clases que se dan. Taufic, así lo señala citado por Miquel Rodrigo Alsina “«Pero aquí reside uno de los grandes trucos de la prensa capitalista: aislando determinados hechos reales en sus noticias, cortando las raíces que los afirman en toda la realidad, prohibiéndoles a sus reporteros pronunciarse sobre ellos, la dirección del diario puede después darles la interpretación subjetiva que quiera en la página editorial, amparada por la bandera pirata de que "los hechos son sagrados; el comentario es libre"[8].

También Gouldner, citado en el mismo texto de Rodrigo Alsina afirma que «El objetivismo es un discurso que carece de carácter reflexivo; enfoca unilateralmente el "objeto", pero oculta al "sujeto" hablante para quien es un objeto; así, el objetivismo ignora el modo en que el objeto mencionado depende, en parte, del lenguaje en que es mencionado, y varía de carácter según el lenguaje o la teoría usados»[9].

Definitivamente, «el objetivismo es una patología de la cognición que supone el silencio sobre el hablante, sobre sus intereses y sus deseos, y sobre cómo se sitúan éstos socialmente y se mantienen estructuralmente»[10].





[1] RAE. Objetividad y Objetivo. Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Versión 21º. http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=objetividad. Acceso el 07 de agosto de 2011.
[2] Johannes Hessen. Teoría del conocimiento. Editorial Losada, S. A. Argentina. 1971. Pág. 71
[3] Daniel Ulanovsky Sack. La construcción de la noticia: en busca de la equidad perdida. Periodismo Narrativo. http://www.periodismonarrativo.com/construccion-de-noticia-y-equidad.pdf. Acceso el 07 de agosto de 2011.
[4] Miquel Rodrigo Alsina. La construcción de la noticia. Ediciones Paidos. España. 1989. Pág. 165
[5] Ídem. Pág. 167
[6] 7 ídem. Pág. 170

[8] 9 10  ídem. Pág. 172


Bibliografía

 Alsina, Miquel Rodrigo (1989). La construcción de la noticia. España : Ediciones Paidos.
RAE. Objetividad y Objetivo. Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Versión 21º. http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=objetividad. Acceso el 07 de agosto de 2011
Hessen, Johannes (1971). Teoría del conocimiento. Argentina: Editorial Losada.

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