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Las palabras



Por: Luis E. Farinango C.

Dijo te amo, pero esas palabras no sonaban iguales.  Se preguntó por qué en otros contextos con sólo decir te amo tenía a las mujeres a sus pies. Imaginó en algún tipo de magia o será que la palabra tenía identidad y vida propia, o está mujer estaba aliada a otro tipo de brujería que no le permitiría embaucar y llevarla a la cama esta noche. ¿Se habrá enamorado mi palabra de esta mujer? Si antes un te quiero salía como respirar ahora decir una palabra inteligente era peor que un parto.

La palabra se había enamorado, la palabra ya no sólo mentía, ahora endulzaba, acariciaba y tocaba; pero desde esta posición cada vez perdía, la sinceridad no era su fortaleza; siempre fue amiga del engaño, incluso Dios lo dispuso así. Decir manzana no equivalía a manzana, ¿quién decía que esa manzana debía de llamarse manzana y no otro nombre? Desde pequeño la palabra empezó a jugar el juego de otorgar sentidos, a llamarlos x, y, z porque le parecía, claro si Dios le puso en esa tarea lo más sensato era obedecerlo.

Pero eso no le bastó, no le alcanzó porque la palabra es de otra naturaleza, tiene un comienzo y un fin más corto que las cosas que nombra. La palabra está un ratico, se pierde, sus hermanas son las estrellas fugaces y sus mascotas las luciérnagas. Quizá el acto que se acerque a describir la cosa sea el primer acto de nombrar la cosa, pero a partir de ahí el segundo acto de nombrar es doblemente falsa que la primera y así elevado a la “n” potencia. Qué poder esperar de la palabra hoy si cada uno llegó la versión distinta de la manzana. Así desde la esencia (si hay esencia acaso) es desde un inicio un acto mundano, un mimetismo falso y devaluado. Entonces, ¿por qué pedir a la palabra la verdad?

La palabra perdió su sentido de vida, ahora quiere decir la verdad, ser objetivo, ser pasivo y ser neutral, es una naturaleza de la cual no es parte. Está jugando una partida desesperada tratando de identificarse desde una máscara de realismo, está jugando en un campo donde no es el suyo, quiere espiar sus culpas, aunque su vida pasada es más provocador y seductor, la gente llegó a quererlo por eso. Suplica desde la verdad que no cree, llora desde sentimientos que desconoce, mira desde ojos que nunca fueron para mirar fuera sino para dentro. 

La palabra está diciendo que siente algo, es víctima de su propio juego, ahora la palabra tiene metido el sonido amor dentro de su ser, la palabra dentro de sí no sabe lo que es verdadero o falso, nunca llegó a cuestionarse o su naturaleza no le permitía hacer  eso nunca. La palabra se debilita porque el juego donde siempre aventajaba está descubierto, está maniatado. La palabra nunca nació para decir la verdad, simplemente vino para montar un teatro, y ustedes saben lo que es un teatro. Esto también podría ser juego de esa palabra. 

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