Especialista español en gestión cultural, fue uno de
los gestores del florecimiento de Barcelona en los últimos lustros. Hoy difunde
el concepto de "marca ciudad", una idea fuerza alrededor de la cual
toda urbe -dice- debe convocarse y hacerse visible
El intento
de sacarle al visitante extranjero una opinión sobre el lugar donde uno vive
resulta de mal gusto. Y la cuestión roza lo indecente si el halago ceba el
interés. Cuando se trata de la mirada de Toni Puig Picart, sin embargo, surgen
dos atenuantes. Primero, Puig dirá cosas gratas al oído junto con otras que
hunden el estilete donde más duele, todo con españolísima gracia y parejo
entusiasmo. Segundo -y más importante- la cosa podría revestirse de cierto
cariz técnico o profesional, ya que se trata de entrevistar al mismísimo
especialista en gestión cultural que difundió el concepto de "marca
ciudad" y uno de los constructores de la "marca Barcelona", detrás
de la cual hay una urbe que en veinte años pasó de jugar en segunda a ser la
ciudad con mejor calidad de vida de Europa, según una encuesta de European
Cities Monitor.
En una
reciente visita a Buenos Aires, adonde vino a ofrecer una serie de
conferencias, Puig conversó con la Revista durante un almuerzo en un
restaurante de Recoleta. "Yo tengo un problema -advirtió enseguida-: la
mitad de mi corazón es argentino, y de Buenos Aires." Y habrá que conceder
que este catalán de energía desbordante y estilo desenfadado, fundador de la
irreverente revista Ajoblanco, quizá conozca bastante bien la escurridiza
idiosincrasia local: ha descubierto, por lo pronto, que medio corazón argentino
y porteño ya resulta traumático.
Su llegada
al ayuntamiento de Barcelona, del que es asesor desde fines de los años 70, fue
el final de un curioso derrotero. "Desde adolescente me he preguntado por
el sentido de las cosas -dijo, y apuró un bocado con un trago de champán
rosado-. Me interesaban los mitos, lo sagrado, y tras una año de retiro en una
iglesia románica de los Pirineos catalanes decidí estudiar teología. Allí eran
todos curas menos una chica y yo. Me suspendían en moral porque decía lo que
pensaba. Era un escándalo, pero después decía lo que tenía que decir y me
aprobaban. Cuando terminé, decidí irme a la India a estudiar budismo, pero
entonces conocí a Pepe Ribas, juntos montamos Ajoblanco y con esta revista
ácrata y maleducada naufragaron todos los planes."
El
franquismo declinaba, y alrededor de Ajoblanco germinaron diversos movimientos
culturales. En el '79, cuando los socialistas llegan al ayuntamiento, le
ofrecen a Puig el área dedicada a juventud. A partir de entonces, será uno de
los impulsores de la transformación que llevaría a la ciudad de Miró y Gaudí a
erigirse en una de las grandes capitales culturales de Europa. Con varios
libros en su haber, hoy Puig es uno de los autores del programa cultural del
jefe de gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y una suerte de gurú de
las grandes urbes, a las que llama a singularizarse a través de una
"marca" para ofrecer a sus habitantes un sentido de pertenencia y un
horizonte común.
"La
marca de una ciudad no debe ser como la de una empresa -previene-. Se trata de
un valor republicano. Desde las diferencias, que son fantásticas, hay que
pactar una ciudad común entre políticos, empresarios, asociaciones intermedias
y ciudadanos. Y ese pacto, ese diálogo, debe renovarse de manera constante,
porque la gente cambia."
-¿Como se
traduce eso en términos concretos?
-En
Barcelona escogimos hace ocho años el valor Hagámosla juntos, hagámosla bien.
Juntos, sin exclusiones. Y bien, como se deben hacer las cosas. Esto, después,
lo estilizamos y quedó Hagámoslo B, por bien y por la inicial de Barcelona.
Pero antes había sido Barcelona más que nunca, para lograr una identificación
con la ciudad. Insistimos tanto que la gente, cuando se encontraba en la calle,
al "cómo estás" respondía "más que nunca". Si tú escuchas
la ciudad, cualquier ciudad del mundo, descubrirás que hay un hilo común por
encima de las diferencias, y ese hilo indica el horizonte adonde apuntar.
-¿Cuál es el
hilo común que une Buenos Aires?
-Hay tres
ciudades en el mundo que me encantan: las tres "b". Hoy son
referencia de innovación, pero dos lo saben y una no. Las primeras son Berlín y
Barcelona. Y la otra es Buenos Aires, la "b" oculta. Esta ciudad
tiene un potencial de creatividad enorme en todos los aspectos: artístico,
cultural, empresarial.
-Pero eso
aquí no se sintetiza en un proyecto común.
-Claro, ésta
es la cuestión.
-Parecería
que el porteño -el argentino- está en perpetua busca de su identidad.
-¡No la
busquen más que ya la tienen! Y de todas formas, esto de la identidad es una
tontería. A mí no me gusta esa palabra porque siempre termina en
enfrentamientos, en guerras. Cuando alguien dice identidad, empiezo a correr.
Ustedes han venido de culturas y países distintos, son diferentes. Tienen que
mirar el presente y el futuro. ¡Pasen a la acción!
-¿Qué otras
cualidades tiene Buenos Aires para tallar su propia marca?
-La amabilidad,
el acogimiento. Cualquier persona te habla y te escucha.
-¿En mayor
medida que en otras ciudades del mundo?
-Te contaré
una historia. En el '93, yo debía viajar de Rosario a Buenos Aires. Como éramos
muy pocos en el avión, se canceló el vuelo. Tuve que viajar por tierra y estaba
furioso. ¿Qué clase de país es éste donde si no hay suficientes pasajeros el
avión no sale? Para colmo, aquí llovía. Subo a un taxi y el taxista me dice:
"¿Por qué trae tan mala cara?". Ahí me quejé del país, del tiempo, de
todo. "Usted necesita tomar un café", me responde. ¡Y me invitó a
tomar un café! ¡Impensable! Esto es una experiencia de marca de ciudad
increíble. Yo estaba tan encantado que me dio igual lo que había pasado, o que
hiciera mal tiempo. "Usted tiene demasiadas contradicciones -me dijo el
taxista-, necesita psicoanalizarse." Mira tú: intentaba solucionarme
globalmente.
-¿Nota que
esos lazos se han aflojado tras la crisis de 2001?
-Yo soy de
afuera, que quede claro. Pero, si me disculpan, creo que a ustedes esa crisis
les vino de maravillas. Se han dado de bruces con la más pura realidad. Se han
encontrado en la calle gentes de todas las edades, de todos los estilos, y han
dicho "de ésta vamos a salir". Yo vine justo después y la situación
parecía fatal: estaban todos deprimidos. ¡Pero esta vez tenían una razón para
estarlo! Y después se han puesto mucho mejor.
-¿En qué
sentido?
-Están más
con los pies en la tierra, sabiendo quiénes son y quiénes quieren ser. Y una
cosa que a mí me encanta: han dejado de soñar con Europa. Porque ustedes todos
viajaban a Europa, continuamente se fugaban de la ciudad y del país. ¡Ya dejen
de mirar a Europa! Esto es Barcelona en grande. Esta ciudad tiene mucha fuerza,
mucha energía. Quizás aún no encauzada hacia una orientación compartida, pero,
¿por qué venerar París o Londres? Esto es mejor: está vivo. París es una ciudad
emocionante, pero es un museo. No es la misma París que los patricios
argentinos visitaban a principios de siglo, claro.
-¿Y cómo
encauzar esa energía?
-Toda
ciudad, para encontrar esa orientación, o esa marca, debe tener algunas
cuestiones clave resueltas. Por ejemplo, la seguridad. Estoy pensando en la
tragedia que vivieron aquí a fines del año pasado. Lo de Cromagnon. No te
puedes plantear la idea de construir una "marca ciudad" si los
locales donde van los cuidadanos no son hiperseguros, porque entonces la marca
es una tomadura de pelo. A la marca se llega, es un proceso.Y la seguridad de
todos los que habitan la ciudad es un tema sagrado.
-¿Otros
obstáculos?
-Ustedes
piensan a lo grande. Ese es un defecto tremendo si los paraliza. Lo grande
tiene que ser el objetivo, el resultado. Hay que pensar en lo concreto. Por
ejemplo, en el '79 teníamos que remodelar Barcelona porque era un desastre en
todo. Podríamos haber hecho grandes obras, como en el París de Mitterrand, pero
decidimos empezar por el microurbanismo. Arreglamos las plazas, empezamos a
cuidar los barrios. La gente se convenció de que la cosa iba en serio, de que
el ayuntamiento se ocupaba de la pequeña escuela, del centro de salud. Sólo
después vinieron obras más grandes. Y luego los Juegos Olímpicos del '92. Pero
eso lo dejamos para el final. Primero fue zurcir la ciudad.
-¿Qué
importancia tiene la gestión cultural en esto de amalgamar la ciudad?
-Si
entiendes la cultura como la atmósfera que facilita sentido a los ciudadanos,
muchísima. Pero si tomas la cultura por quién va a cantar en el Colón, a mí me
importa un rábano. Me importará después. La tontería cultural, que abunda, es
ver qué circo puedo montar para que yo, político, triunfe. Pero a la gestión
cultural lo que le tiene que importar es que cada ciudadano sienta que su vida
cuenta.
-"Buenos
Aires tiene todo sin saber cómo usarlo para ser alguien en el mundo." Lo
ha dicho el periodista Andrew Graham-Yooll. ¿Qué piensa de la frase?
-Buenos
Aires lo tiene todo, sí. Pero tiene que creérselo. Yo creo que ustedes empiezan
a intuir cómo usar lo que tienen. Eso lo percibo desde el corralito. Ahí
ustedes se dieron cuenta de que tienen que bajar de la nube, ir a las cosas. El
problema que tienen es que son demasiado inteligentes. Cuando piensan una cosa
ya creen que está hecha, resuelta. Y no, recién entonces viene lo mejor, que es
implementarla. Percibo sin embargo que hay gente joven, de 25 o 30 años, que es
más gestora, que sabe qué es montar las cosas y no se pierde tanto en el mundo
de las grandes ideas.
-¿Hay buenas
perspectivas, entonces?
-Algo me
recuerda aquí a los mejores momentos de Barcelona, cuando todo estaba por
hacerse y la gente quería sumarse y había sueño, deseo. Percibo exigencias
democráticas de los ciudadanos. Antes ustedes lo permitían todo, porque estaban
encantados con el uno a uno y todo les daba igual. Ahora necesitan
administraciones con equipos potentes y ligados a los ciudadanos, que dejen la
política miserable del partidismo detrás. Porque aquí, el día que les digan, de
verdad, sumen para Buenos Aires. ¡habrá colas!
Por Héctor
M. Guyot
Un inquieto
agitador cultural
Toni Puig
Picart estudió teología, filosofía y arte. Fundó la revista Ajoblanco en 1974.
Especialista en gestión cultural y en marketing público, se desempeña como
asesor en comunicación del ayuntamiento de Barcelona desde hace más de 25 años.
Impulsor del concepto de "marca ciudad", es autor, entre otros
libros, de Se acabó la diversión y La comunicación municipal cómplice de los
ciudadanos (Paidós, 2003).
Entrevista tomada del sitio web: http://www.lanacion.com.ar/762639-toni-puig-el-guru-de-las-ciudades
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